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domingo, 11 de diciembre de 2011

SIRIA, ¿0TRA LIBIA?


El imperio mediático manejado por Estados Unidos, con su embrutecedor poderío, convenció a medio mundo de las inmensas bondades que tendría el asalto a Libia. Nada que ver con los apetitos petroleros del capitalismo salvaje. Nada que ver con el pillaje de 200 mil millones de dólares depositados por el Estado libio en la banca mundial. Nada que ver con el ansia de apoderarse de sus grandes reservas de agua, oro y otros minerales, a tiempo de convertir al desdichado país árabe en la mayor base militar de la OTAN en el gigantesco y turbulento continente africano. El gancho usado para justificar el asalto a Libia fue una falaz careta: proteger a la población civil de la carnicería supuestamente ejecutada por las tropas de Gadafi, y defender los derechos humanos. Resultados: seis millones de libios condenados a la muerte y la violencia, el éxodo y el hambre; Trípoli, la capital de dos millones de habitantes, convertida en escombros: salvo Bengazi, todas las ciudades destruidas, Gadafi asesinado con saña canibalesca,
mientras la población se acuchilla a sí misma  dividida en tribus contrapuestas, mercenarios ávidos de fortuna, políticos de asalto e ilusos demócratas que, a la hora de la verdad, se dan cuenta que apenas han cumplido el rol de idiotas útiles.
Obviamente, el imperio mediático finalmente cerró su bocaza. Se acabaron los titulares de escándalo, los fotomontajes, las montañas de mentiras, los discursos triunfales. Unos callan por conveniencia y algunos también por vergüenza, sin que falten los que cierran la boca por prudencia, ya que saben que algún día el tribunal de los pueblos juzgará y castigará los crímenes contra la humanidad cometidos en Libia.
Sin embargo, alguna verdad se filtra, aunque sea débilmente. Por ejemplo, la conocida agencia norteamericana AP (Asociated Press) acaba de informar, 29 de noviembre, lo que sigue: “Libia. Los exrevolucionarios aún retienen a unas 7.000 personas, y algunos supuestamente han sido sometidos a torturas y maltrato, según la ONU. Muchos de los detenidos no tienen acceso a un proceso jurídico…”
He allí lo que sostiene la misma ONU que permitió y santificó el asalto a Libia. Pese a ello, ahora Washington y sus aliados y cómplices presionan para arrancar de la ONU carta blanca para una nueva guerra, esta vez contra Siria, reviviendo el mismo argumento utilizado contra Libia: protección de la población civil y defensa de los derechos humanos, para lo cual organizan un llamado Ejército Sirio Libre y lanzan bandas de terroristas y mercenarios para sembrar el caos, a fin de derrocar al régimen que goza de masivo apoyo popular.
En este caso, el objetivo no es únicamente Siria sino cercar a Irán, su vecino y aliado comercial y militar, invadirlo, crear nuevas bases en Oriente Medio contra Rusia y debilitar la influencia de China en la región, todo con la agresiva participación de la derecha demencial y guerrerista que manda en Israel. Sólo que el asalto a Siria significaría el inicio de la Tercera Guerra Mundial que, mediante una lluvia de bombas nucleares, acabaría con el planeta Tierra y pondría fin a la existencia de la humanidad. Así de simple.   

miércoles, 21 de septiembre de 2011

FASCISTAS DE LA REVOLUCIÓN

Julio Cortázar

Cuarenta años atrás, el célebre escritor argentino Julio Cortázar publicó su novela “El libro de Manuel”




En ella se caracteriza a los provocadores que se llenan la boca con la palabra “revolución”, mueven a los incautos tras consignas incendiarias y le hacen el caldo gordo a la  ultraderecha. Son los “fascistas de la revolución”, como se los llama en aquel libro. De hecho tales provocadores, si no lo han sido antes, devienen fácilmente agentes de las mafias de espionaje y terror como la CIA.
A propósito, Philip Agee relata en su famoso Diario que en Quito, en los primeros años 60, la Embajada norteamericana estaba empeñada en provocar actos que enardecieran a los militares y les condujeran a exigir la ruptura de relaciones con Cuba, que acababa de instaurar su Revolución. Así, por ejemplo, con motivo de una manifestación de la FEUE encaminada a Carondelet, agentes infiltrados por la CIA lanzaron consignas radicales que pronto prendieron en la masa estudiantil, dado su espíritu rebelde y la facilidad para ser  manipulada. Consignas como “menos cuarteles, más escuelas”, “menos botas, más cultura”, cuidadosamente elaboradas por dicha Embajada, prendieron como pasto seco entre los estudiantes. Al  día siguiente, los mandos militares, indignados por esa vocinglería, exigieron al Presidente Carlos Julio Arosemena la ruptura de relaciones con La Habana.

El relato de Philip Agee actualiza el papel de estos provocadores, que el conoció y manipuló como Oficial de Operaciones de la CIA.
En los últimos años y en estos días las acciones de los “fascistas de la revolución” aquí, en el Ecuador, forman montón. Una de sus más notables hazañas fue la garrotiza al Rector de la Universidad  Central, a profesores y estudiantes que rechazaban sus métodos, como resultado de lo cual un connotado matón, al que sus congéneres  han convertido en héroe, calienta la celda de una cárcel. Otra de sus acciones de mayor cartel fue la participación activa en la intentona golpista del 30 de Septiembre, en que sus preclaros líderes arengaban a la multitud desde los trucutús antes odiados y repudiados, mientras cacatúas disfrazadas de maestras instaban a los estudiantes a salir a la calle para respaldar la acción “revolucionaria” de los policías complotados. Ahora los empujan a protestar contra leyes que, aunque incompletas y tímidas, pretenden cambiar los sistemas anacrónicos de educación, salud y medios de expresión, mientras ellos  pretenden que continúe vigente el viejo país, aquel que les dio por largos años toda clase de privilegios como supuestos conductores de masas.
Lo que en el fondo buscan los “fascistas de la revolución”, sus mandantes y compinches de ruta es la caída del régimen que preside Rafael Correa que - con todos sus errores y limitaciones, y pese a los numerosos ineptos y oportunistas incrustados en el gobierno - traza una ruta clara hacia un Ecuador más justo, soberano y culto, lo  que enfurece a los conjurados del 30 de Septiembre.   

miércoles, 27 de julio de 2011

PROHIBIDO OLVIDAR


Camilo Ponce Enríquez

La frase, utilizada frecuentemente por el Presidente Rafael Correa, cabe aplicársela a sucesos que, luego de producidos, escapan a la memoria de las mayorías; quedan apenas como historias para los historiadores. Así ocurre, por ejemplo, los cometidos en Guayaquil el 2 y 3 de junio de 1959 por el gobierno socialcristiano de Camilo Ponce Enríquez, el apóstol de los terratenientes ecuatorianos.  Hoy, en el aniversario 52, sacudimos esos recuerdos.
Eran tiempos de protesta contra los desafueros de ese régimen, surgido de un fraude descomunal que robó el triunfo al candidato presidencial del Frente Democrático, Raúl Clemente Huerta. Días atrás, a fines de mayo, el gobierno poncista reprimió con brutalidad  a la juventud manabita. El 2 de junio, al  atardecer, una airada manifestación estudiantil de solidaridad convocada en Guayaquil fue acorralada por la policía en la esquina de las calles Boyacá y 10 de Agosto, exactamente donde está ubicado el edificio de este diario. Resultado: cinco muertos a bala. Los gendarmes atraparon los cadáveres y se los llevaron a la Morgue.  Al comenzar el nuevo día, 3 de junio, una iracunda poblada estudiantil rescató los cuerpos y los trasladó  a la Casona Universitaria, calles Chile y Chiriboga. Por todos los medios disponibles, se invitó al pueblo al lugar para honrar a las víctimas. Acudió una impresionante muchedumbre que por la tarde llevó en hombros los cadáveres al Cementerio general, donde se pronunciaron encendidos discursos. Concluido el sepelio, al caer la noche, provocadores infiltrados por el gobierno lanzaron la consigna “ ¡A quemar la Pesquisa, a quemar la Pesquisa!”; consigna maquiavélicamente concebida para crear una situación de miedo en el país, y que creció como reguero de pólvora, pues la Pesquisa – el Servicio de Inteligencia de la Policía ubicado en 9 de Octubre y Esmeraldas--  era odiada por el pueblo , particularmente por la juventud, pues allí se practicaban detenciones ilegales y brutales palizas a los detenidos.
La  Pesquisa fue incendiada. Las llamas convulsionaron el espíritu de la masa, que se regó por dondequiera. Como símbolos del hambre popular y de la miseria, fueron asaltados el Mercado Central y la casa de empeños El Sol, donde los pobres siempre perdían sus prendas. Cundió el saqueo. Entonces llegó la orden oficial: tirar a matar. El jefe de la Segunda Zona Militar, Coronel Luis Ricardo Piñeiros, sacó las tropas a la calle. Se inició la masacre. Se disparaba contra todo lo que se movía, contra cualquiera que corría para escapar de las ráfagas de ametralladora.
La masacre comenzó a las siete de la noche y terminó a las cinco de la mañana. Diez horas de fusilería contra un pueblo desarmado. Nunca se supo el número de muertos y los heridos no llegaron a ninguna casa de salud. Piñeiros, que tres días antes recibiera una condecoración en el Pentágono, Washington, fue homenajeado por la oligarquía de Guayaquil. El soberbio mandatario declaró que en Guayaquil solo habían caído unos cuantos “hampones y prostitutas”.
Prohibido olvidar.

CUANDO CALLA EL CANTOR…



“Cuando calla el cantor, calla la vida”… En el caso de Facundo Cabral, acallado a tiros en Guatemala, la vida sólo calló un instante, y lo hizo  para rendirle homenaje de gratitud por haberla embellecido y defendido a lo largo de toda su existencia, desde la infancia falta de pan y protección debida, pero que él la tomó como un desafío que lo ganó de mano, bravamente. Como Facundo no fue de aquí ni fue de allá sino de todas partes, el planeta mismo se sintió estremecido con el impacto de las balas que silenciaron al hombre pero que no silenciarán jamás al cantor cuyas melodías son ya patrimonio de la humanidad.




El asesinato cometido en Guatemala presenta aún puntos oscuros. No se sabe con precisión si las balas estuvieron destinadas al empresario nicaragüense Henry Fariñas, que se hallaba  al volante del auto en que viajaba Facundo, o contra el propio artista o contra ambos.  Lo único claro es que en esa ciudad, actualmente una de las principales capitales mundiales del crimen, toda monstruosidad es posible, y lo es desde 1954 en que fue decapitada la democracia que encarnaba la naciente Revolución Guatemalteca, conducida por el Coronel Jacobo Arbenz. En ese año, la CIA organizó un ejército mercenario al mando del Coronel Carlos Castillo Armas, que invadió Guatemala desde las haciendas de la United Fruit en Honduras. Derrocado el gobierno revolucionario, desde entonces, a lo largo de cuatro décadas imperó una cadena de dictadores pro yanquis que, a más de pervertir y embrutecer a los militares, crearon y alimentaron los célebres escuadrones de la muerte, encargados de fusilar sin juicio a cualquier opositor y rebelde, así como abrir por doquier fosas comunes con campesinos masacrados. Todo esto mientras el país se convertía en reino del coyoterismo hacia México- Estados Unidos y en asiento fundamental de las grandes mafias de narcotraficantes.

La muerte del celebrado artista resulta una trágica ironía para quien fuera el “Embajador de la Paz”, título justo dado por una ONU que, contradictoriamente, socapa las agresiones del Imperio del dólar contra los pueblos del mundo, donde brillan como estrellas tenebrosas Irak, Afganistán, Libia, mientras en la carpeta del Pentágono  y la CIA figuran Venezuela, Ecuador, Bolivia y todas las naciones latinoamericanas y del Caribe que no admiten ser esclavas del neocoloniaje previsto ya por Simón Bolívar cuando dijo: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar de miserias la América en nombre de la libertad”.

Mientras se aclaran los entretelones del horrendo crimen, los restos de Facundo Cabral fueron conducidos a su entrañable patria, Argentina. Sobre su tumba bien puede colocarse este verso de Walt Whitman, el gigante norteamericano de la poesía universal, tan admirado por el artista: “Me entrego al suelo para crecer con la hierba que tanto he amado”.