El reciente 26 de Julio se cumplieron 60 años de un hecho trascendental ocurrido en Santiago de Cuba: el Asalto al Moncada, el segundo cuartel más numeroso del país bajo la tiranía de Fulgencio Batista. Ese día, en 1953, unos 150 jóvenes organizados militarmente por el abogado Fidel Castro Ruz (23 años), "intentaron tomar el cielo por asalto", en las palabras del Presidente Raúl Castro, indignados por los crímenes políticos y la corrupción que campeaban en la patria de Martí, declarado por Fidel como "l autor intelectual del asalto", tal era la influencia del Apóstol de la Independencia en las mentes y los corazones de esa legión de bravos patriotas.
El hecho heroico terminó por el momento en
derrota. Los revolucionarios sufrieron más de 70 bajas entre muertos y heridos,
luego de lo cual la brutalidad del déspota no conoció límites. Ser joven se
convirtió en delito que se pagaba en las cámaras de tortura, donde se les
arrancaba uñas y ojos. Luego se los
ejecutaba a mansalva. Fidel escapó de milagro, pues el teniente Sarría, que lo
capturó en la montaña, ordenó a la tropa conservar la vida del prisionero.
En esta efemérides, celebrada ante el
propio Moncada, el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño, en su discurso a nombre del Presidente Rafael Correa, señaló con acierto que el fallido asalto
significaba un antes y un después en la historia de Cuba y de América Latina,
pues en verdad partió la historia del continente. El antes era el dominio del
imperialismo y sus secuaces, el poder de la gran burguesía y los terratenientes,
el imperio de las mafias que habían convertido a Cuba en prostíbulo y garito,
de cuyo extremo oriental salían diariamente las tropas yanquis apoderadas
de Guantánamo a cometer sus fechorías impunes.
Antes del Moncada, Fidel Castro había llamado
la atención y ganado la simpatía de los jóvenes, al presentarse ante los
tribunales de justicia con una demanda penal contra el golpista del 10 de
marzo de 1952, general Fulgencio Batista, demanda que no fue acogida pero que
demostró que allí había alguien a quien no le temblaba la mano ni la voz para
desnudar las villanías de quienes rompieron la Constitución con los aplausos
del poder económico y la complicidad de la embajada norteamericana.
Con el Moncada como punto de partida, vino
después la valerosa denuncia de Fidel contra las monstruosidades y la violencia
desbocada luego del 26 de julio. Enfrentado a los tribunales amañados que lo
juzgaron, pronunció sus célebres alegatos contenidos en el documento que lleva
por nombre “La historia me absolverá”, que en estos días circula en Quito
publicado por Sureditores. Allí desfilan
las tenebrosas hazañas de la dictadura, sin omitir los nombres de los ladrones
y asesinos del poder. Allí se denuncian las injusticias sociales que hacían
presa de los cubanos y se anuncian las leyes revolucionarias que se dictarán
cuando el pueblo tome el poder, señalando con presión que los malhechores serán
juzgados y castigados sin perdón, adelantando el anuncio de medidas como sería
la conversión de los cuarteles militares en escuelas, como en efecto se hizo
cuando triunfó la Revolución el 1 de enero de 1959. Luego vendrían las
múltiples realizaciones y el socialismo, así como la enorme influencia entre
los pueblos latinoamericanos y del Caribe.
Aún ahora, cuando han pasado 60 años de
aquella heroica acción, conmueven y causan admiración las palabras finales de
los alegatos de Fidel, quien sentenció:
“En cuanto a mí, se que la cárcel será dura
como no la ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde
ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que
arrancó la vida a setenta hermanos míos. Condenadme, no importa. La historia me
absolverá”.
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C. M. Luis Fernando Carvajal Herrera.
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