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miércoles, 26 de febrero de 2014

UN VOTO CASTIGO


En las elecciones seccionales del 23 de febrero, Alianza País sufrió un golpe contundente: ese día el electorado le impuso un voto castigo que, si bien estuvo lejos de derribarlo, estremeció al orgulloso edificio de la Revolución Ciudadana y conmocionó al país entero.  Tal voto castigo arrancó de las manos de  AP alcaldías de primer orden, como las de Quito, Cuenca e Ibarra. El caso de Cuenca, por fortuna, no es el de la capital: allá triunfó otra opción democrática, no la derecha, y menos la derecha fascista liderada en Ecuador por ese hitlercito criollo que es Nebot Saadi.
En Quito el voto castigo resultó mortal, pues haciendo añicos las pretensiones reeleccionarias del  alcalde Augusto Barrera, elevó hacia el sitial mayor a Mauricio Rodas, casi un ilustre desconocido, del cual el 90 por ciento de sus votantes ignoraba origen y antecedentes, pero en quien la mayoría vio la única alternativa frente a una administración municipal que se había convertido en una secta burocrática y tecnocrática que no escuchaba a nadie, que no consultaba con nadie y que pisoteaba la obligación constitucional de implementar la participación ciudadana. Ni el auxilio directo del Presidente Correa pudo librarle a la secta de su bancarrota, dándose la paradoja de que la mayoría de electores de Rodas creía y simpatiza con el Presidente, pero castigaba con su voto la soberbia política y el sectarismo de quienes cierran las puertas a las propuestas y proyectos que no surgen de su genio, se tapan los oídos ante las voces de los postergados de siempre y sueñan con una capital versallesca rodeada de montones de basura, entre los cuales se mueven a su antojo delincuentes y perros hambrientos. He allí en parte la explicación del triunfo de Rodas. Lo demás lo pusieron la banca chulquera (tipo Isaías), las cámaras de mercaderes, las fundaciones norteamericanas, la jauría mediática y toda clase de hijos de Chevron.
La debacle de la administración municipal fue el resultado de varias causas, entre las que el propio Presidente Correa ha destacado el sectarismo. El sectarismo es  incapaz de salir de su cofradía para buscar y construir alianzas con otros movimientos, sectores y personalidades en base a programas de interés común. El sectarismo degenera en nepotismo, donde unas mismas familias se reparten la torta excluyendo a los otros. El sectarismo, al cerrar puertas y ventanas, favorece la descomposición y la corrupción a través de prebendas, contratos y complicidades. El sectarismo,  en fin, produce odios y resentimientos sociales, como ocurrió hace poco cuando dignas asambleístas de País se dedicaron a entonar ese idiota y extremista cántico chileno que expresa: “…que los pobres coman pan, y los ricos mierda, mierda”. 
Combatir el sectarismo y arrinconar a los dirigentes que lo causan, santo y bueno en una revolución. Pero esto no es todo. Hay muchas más urgencias que acometer, entre las cuales figuran la necesidad de evitar que los oportunistas y los derechistas se suban a la camioneta para despeñarla hacia el abismo de la contrarrevolución. Y la necesidad imperativa de formar militantes y líderes informados,  con mente crítica y libre, capaces de sustituir a los que fracasan y a los combatientes honestos que caen y habrán de caer en esta dura contienda de nuestra América por su Segunda y Definitiva Independencia, frente al imperio sediento de dólares, sangre y petróleo.  

E-mail: jaigal34@yahoo.es         Twitter: @jaigal34
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P.D. Le invito a que escriba su comentario en el recuadro de abajo, no importa si está a favor o en contra. Ejerza su derecho a decir lo que piensa.
C. M. Luis Fernando Carvajal Herrera.
Atte.
Twitter: @lufecahe

jueves, 13 de febrero de 2014

Las aduanas, que se abran las bocas


Con motivo de nuestro artículo del jueves anterior -"Corrupción"- nos han llegado numerosos comentarios, todos de encendido apoyo a la denuncia del tema y con algunos aportes. Uno de ellos afirma que "hay jovencitos pelucones que llegan a sus funciones en  las Aduanas en carrazos, muy elegantes, sin ningún corazón ardiente por la patria  , y sin que les importe para nada el Buen Vivir, a no ser el suyo propio". Lo singular de estas opiniones es que sus autores no se muestran adversos al gobierno de la Revolución Ciudadana sino más bien dolidos de que ocurran estas cosas, o cuando más decepcionados. Todos quisieran que la corrupción fuera castigada allí donde se la encuentre, sean cuales sean las instituciones del Estado. Y tienen razón, pues los actos de corrupción oficial son un atraco al bolsillo de todos, un crimen de lesa sociedad, de lesa patria, de lesa humanidad. Traban el desarrollo del país, postergan la justicia social, ahondan la pobreza. Pero no es fácil combatir la corrupción, por acrisolada que fuere la honradez de los principales mandatarios. Y es que ella se oculta en los vericuetos de la burocracia, en el miedo de los honestos que carecen de mando, o que están lejos de los niveles de decisión. 

El lagarto no se presenta de cuerpo entero, se embosca de mil maneras, cuando más alguna vez muestra la punta de la cola. Además, cuando los corruptos están sobre los otros, utilizan el chantaje, el halago, la represalia, la intimidación. Y el temor al desempleo sella las bocas. Y sin embargo, estas deben abrirse. Con valentía, con fuerza, con decisión. Hay que tomar en cuenta que todo proceso político, por sanas intenciones que tenga, sea simplemente democrático o revolucionario, corre el riesgo de podrirse si la contaminación, que tiene muchas vías, avanza sobre los organismos de la comunidad. Con razón decía Che Guevara: "en una revolución se puede meter la pata pero no la mano".

Pero claro: no todo consiste en que se abran las bocas y se denuncie lo que se deba denunciar. Los organismos de la administración pública y los gobiernos seccionales, de provincias y cantones, deben arbitrar medidas para perseguir la corrupción:  designar funcionarios idóneos para ejercer el seguimiento y la vigilancia de los actos administrativos, ofrecer respaldo y garantías a los denunciantes, colocar buzones para que los funcionarios de cualquier nivel y la ciudadanía puedan depositar denuncias y documentos, entre los cuales se hallaría sin duda mucha basura pero también pistas y datos importantes.

Eso no es todo. Es imprescindible impulsar activamente una cultura anticorrupción, en toda la escala de la educación, de los medios de comunicación  masiva, con limitación - y prohibición, si hace falta- de los espectáculos y programas nocivos del cine y la televisión, que glorifican el individualismo, la competencia insana, el poder y la riqueza cualesquiera fuesen sus orígenes. Es en el campo de la cultura, cuando esta se ha convertido en un charco pestilente, donde florecen los hongos venenosos de la corrupción.

Como parte fundamental de una nueva cultura, debe ser combatida la creciente tendencia al consumismo, lo mismo expuesta en los mall que en la comida chatarra, y que se expresa elocuentemente luego de las fiestas colectivas, igual en navidades que en otras festividades, o que luce en decenas de patios de autos nuevos, donde millares de unidades están listas para ser lanzadas a una  contaminación ambiental cada vez más perniciosa y asfixiante.

Las nuevas generaciones deben ser formadas en el espíritu y la práctica de esta nueva cultura. Así como hay héroes y heroínas de la patria, el pueblo debería también designar y honrar a los héroes y heroínas de la anticorrupción. 

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C. M. Luis Fernando Carvajal Herrera.
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miércoles, 5 de febrero de 2014

CORRUPCIÓN


Meses atrás el Presidente Rafael Correa prendió una alarma: “¡Cuidado con el síndrome de nuevo rico!”. Esto, sin duda, dirigiéndose a la administración pública y a las fuerzas que hoy hacen gobierno. La advertencia del máximo líder de la Revolución Ciudadana estuvo motivada, con toda seguridad, en la peligrosa presencia de varios síntomas del viejo mal de la República: la corrupción. Mal que nació con el país mismo, en 1830, cuando se rompió la Gran Colombia mientras el Libertador agonizaba, tomando el poder de la nueva nación el corrupto y sanguinario general venezolano Juan José Flores, unido por lazos matrimoniales a la Casa Jijón, símbolo ecuatoriano del poder gamonalicio, del latifundio feudal y del oscurantismo clerical.
Que aquella prevención la hiciera la venenosa y decrépita partidocracia, no tendría nada de raro, por aquel conocido subterfugio del ladrón que corre gritando ¡prendan al ladrón! Pero que la formule  el primer mandatario, ya es otra cosa. Significa que hasta el Palacio de Carondelet llega el mal olor de materias descompuestas, síntomas de un mal que hay que diagnosticar con precisión y erradicar con mano de hierro. Y es que frecuentemente se presentan signos de la enfermedad. Un nuevo ejemplo: El Telégrafo del martes 4 de este mes trae un enorme titular que nos informa: CINCO UNIFORMADOS CAPTURADOS POR EXTORSIÓN, en que se reseña que un grupo de marinos pertenecientes a la Armada ha cometido fechorías en Guayaquil, amparados en la fuerza de las armas que las paga el pueblo. Y no es el único caso. Nosotros mismos hemos presenciado actos de extorsión a conductores de vehículos un domingo del pasado diciembre, en la vía a Tonsupa, salida de Esmeraldas, por parte de un grupo de policías. En ese tenor hemos oído quejas de otros conductores y taxistas, o de diversos comerciantes del Puerto contra los afamados “robaburros”, o en Quito contra servidores municipales. Todo esto en lo poco que se ve y dice, pues el temor a las represalias sella las bocas, especialmente cuando las víctimas y los testigos pertenecen a sectores habitualmente postergados y excluidos. Hablando de la Capital, hay barrios muy poblados, como el Comité del Pueblo, abandonados a su suerte, azotados por el olvido y la delincuencia pese a ser bastiones electorales del Buen Vivir.
Volviendo al “síndrome de nuevo rico”, es obvio que este se ubica en los organismos de elección popular y del Estado, en general. Allí donde se firma contratos, se designa empleados, serpentea el nepotismo, danza el amiguismo y el oportunismo que estuvo siempre con la partidocracia pero que hábilmente usa camisas revolucionarias. Estas son las fuentes del nefasto síndrome y se muestran de diversos modos: en el frenesí por el carro del año, el piso en barrios exclusivos, la casa vacacional con piscina incluida, las vacaciones en Disney World para los niños, la ropa de pasarela, etc., etc. ¿Qué hacer frente a estos síntomas alarmantes, que por cierto no son ni dominantes ni generalizados, pero que es necesario denunciar y combatir? Volveremos sobre el tema en próximos artículos. Mientras tanto, que la justicia caiga con fuerza donde deba caer, sin piedad ni compromisos de ninguna clase.

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sábado, 1 de febrero de 2014

CUANDO EL RÍO SUENA…

Cuando el río suena…CIA trae. Claro que cuando alguien menciona a la central del espionaje y el terrorismo oficial de la Yoni, muchos se encogen de hombros. Creen que el sujeto es paranoico y que la ve hasta en la sopa. Ignoran que, por autodefinición y oficio,  la CIA compite con Dios en aquello de que está en todas partes. Desde que la fundó en 1947 Harry S. Truman, el presidente genocida que  arrojó bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, la tenebrosa Central fue extendiendo su poder a todos los continentes, a todos los países, a todas las instituciones y organizaciones sociales, políticas, militares, policiales, religiosas. 
De su elemental papel de recolector de información, pasó muy pronto a sus principales actividades en el mundo: operaciones encubiertas, complots, golpes de Estado, formación de escuadrones de la muerte, batallones de mercenarios, guerras locales y multinacionales. Su gran debut tuvo por escenario a Irán en 1953, bajo la batuta  de Kim  Roosevelt , que logró el derrocamiento del primer ministro Mossadegh por haberse atrevido a nacionalizar el petróleo, que se hallaba en manos de las multinacionales, especialmente de la Anglo Persian (hermana de la pigmea Anglo Ecuadorian Oilfields). Un año después, la CIA organizó en Honduras un ejército mercenario para invadir Guatemala y derrocar al gobierno democrático de Jacobo Arbenz que se atrevió a nacionalizar latifundios de la United Fruit, inaugurando cuatro décadas de sanguinarias dictaduras. Luego la CIA desplegó incontables acciones  terroristas en Cuba, Nicaragua, Viet Nam, Laos, Cambodia, Oriente Medio, Chile, Brasil, Argentina, Uruguay, Libia, Afganistán, Irak, Siria, etc.,etc. Por su parte, nuestro Ecuador sufrió el asalto más notable de la CIA el 11 de julio de 1963, con la instalación de la Junta Militar que enseguida entregó nuestra Amazonía a la voracidad criminal de la Texaco (ahora Chevron), seguido del magnicidio de Jaime Roldós Aguilera y , a no dudarlo, del brutal episodio del 30-S.
Actualmente, hay una controversia pública de fuerte trascendencia, originada en el supuesto oficial de que el centro periodístico organizado en Panamá por Martha Roldós, estaría financiado por una fundación norteamericana vinculada a la CIA. Particularmente, desconocemos los detalles de este maloliente cocinado, pero en cambio conocemos perfectamente cuanto hizo la CIA en el pasado para infiltrarse en los medios periodísticos del Ecuador y crear publicaciones y mecanismos de prensa y propaganda que le permitieran formar un marco de terror y desinformación conectado con la política norteamericana, entonces enfilada contra la Revolución Cubana. 
Basta leer el Diario de la CIA del norteamericano Philip Agee para saberlo. Así nos enteramos que la CIA financió el periódico Voz Universitaria, montó toda una imprenta a cargo de agentes suyos –los hermanos Rivadeneira-, reclutó para sus fines a destacados periodistas como Gustavo Salgado, editorialista de El Comercio, y obtuvo otros logros más. Al momento actual, ¿cómo no va a estar interesada en disponer de medios y de comunicadores que le sirvan al imperio, cuando este gobierno suprimió la Base de Manta, expulsó a una embajadora metiche y a otros funcionarios de la Embajada, lleva adelante la campaña “La mano sucia de Chevron” y comete otros delitos de lesa majestad contra los dueños del mundo? Esto sin contar con que Washington ubica al Ecuador entre las naciones que   configuran el llamado Eje del Mal, con Bolivia, Venezuela, Nicaragua, Irán y tantos más. Por eso decimos: cuando el río suena…CIA trae.

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